lunes, 24 de julio de 2017

NOCTURNO III (JOSÉ ASUNCIÓN SILVA)

NOCTURNO III (JOSÉ ASUNCIÓN SILVA) 


Uno de los primeros poemas que me cautivaron como lector, siendo aún poco más que un niño, fue este nocturno de José Asunción Silva, que encontré entre las páginas de “Las mil mejores poesías de la lengua castellana”, libro que siempre estuvo en mi casa, junto a las “Rimas y leyendas” de Bécquer, otro romántico.

Yo, que no sabía que Asunción Silva también lo era, romántico, me creía uno de ellos. Y a lo mejor lo era, porque me gustaban la noche y las sombras que proyecta la luna llena, los amores imposibles que perduran más allá de la muerte, las niñas de ojos tristes que se morían en mañanas grises y lluviosas; me gustaba pasear por los cementerios (me gusta todavía), y vestirme de negro.

Ha llovido mucho desde entonces y se han muerto ya unas cuantas niñas de ojos tristes o alegres, que nunca llegarán a ser mujer. Ahora me aburre leer a los románticos (salvo a Larra, que me sigue pareciendo muy actual)... Y, sin embargo, este poema sigue siendo uno de mis preferidos, uno de los que me apetece leer de vez en cuando y compartirlo con mis amigos como aquí lo comparto con todos vosotros.



 
Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas
Hasta el más secreto fondo de tus fibras se agitara,
Por la senda que atraviesa la llanura florecida
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca.
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectadas
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
Y eran una
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Esta noche
Solo, el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba.
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas
Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada.
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada
Iba sola
Iba sola
Iba sola por la estepa solitaria.
Y tu sombra esbelta y ágil;
Fina y lánguida
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se juntan y se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!...

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